miércoles, 19 de septiembre de 2007

OBJETOS PERDIDOS


El que no ha perdido nunca un objeto no sabe la alegría inmensa que da el encontrarlo.

De repente, esa cartera, esos documentos, esas llaves...a los que apenas dabas la menor importancia, con el simple acto de desaparecer y aparecer te proporcionan una dicha sin límites.

Más de una vez he estado tentada de esconder alguna cosa, para luego tropezar con ella y vivir esa sensación. Pero no, así no . Has de perderla y has de sentir la angustia de que no la vas a encontrar nunca, has de revivir cada movimiento que has hecho ese día, has de revolver rincones, abrir cajones, andar lo andado, y buscar ese inolvidable momento de recuperar lo perdido.

Es una pena que no suceda así con los seres que queremos y tenemos la desdicha de perder, porque sería indescriptible el hecho de volverlos a encontrar.
El 30 de enero del 2008 perdí a una de las personas más importantes de mi vida. Lo intento encontrar reviviendo momentos, recuerdos, palabras, gestos, miradas. Si pudiese abrazarlo, aunque fuese la última vez....
Buenos Aires 10 de marzo 2008

viernes, 14 de septiembre de 2007

MATERNIDAD


Sonaría a tópico si dijera que el día que viniste al mundo fue el más feliz de mi vida. Tampoco estaría en lo cierto. Afortunadamente he tenido la oportunidad de vivir muchos días felices, algunos acuden a mi mente ahora, como cuando conocí a tu padre, cuando nació tu hermana y muchos otros. Pero sí puedo decir sin vacilar que el día que tú naciste fue el día que viví el mayor cúmulo de sentimientos , algunos de ellos contradictorios, como nunca en ningún otro día de mi vida he logrado experimentar.

Sentí miedo, un miedo atroz a entrar en esa sala de partos, de empezar a sentir las contracciones. En una palabra, miedo al dolor y a que todo saliera bien. Aunque la verdad es que nunca pensé que algo podría ir mal, simplemente era miedo a sufrir.

Sentí alegría, después de 9 meses de estar imaginándome tu cara, de soñar cómo sería el tacto de tu piel, estaba a unas horas de verte por primera vez y de tocarte.

Sentí envidia, una envidia sana , pero envidia al fin y al cabo de todas esas madres que cuando yo entré en el hospital con la bolsita de tu ropita y una barriga descomunal, ellas estaban con sus bebés en sus habitaciones. Hubiera dado lo que fuera por saltarme el preámbulo de tenerte en mis brazos.

Sentí ilusión, esa ilusión que hay quien describe como mariposas en el estómago, pero que yo más identifico como la sensación que se tiene en una montaña rusa.

Sentía tristeza, porque después de 9 meses teniéndote dentro de mí, sintiendo como te movías, iban a separarnos. Aunque estaba deseando conocerte, me apenaba no volver a sentirte en mi interior.

Sentí amor, un amor inmenso por tu padre que me acompañaba y estaba a mi lado, aunque poco podía hacer más que eso, pero eso fue muy importante para mí.

El cúmulo de todos estos sentimientos estalló cuando por fin te conocí, eras mucho más bonita de lo que había imaginado, llegaste al mundo estallando en llanto, recuerdo tu cara roja de ira. Tal vez tú tampoco querías separarte de mí y te habían obligado a hacerlo. Te besé, tuve el privilegio de ser la primera persona que te besó en tu vida, luego lo hizo tu padre. Y sentí que sin conocerte te quería más que a mi propia vida, y que toda mi existencia iba a estar dedicada a que fueras feliz, tan feliz como yo lo era en ese preciso momento.

martes, 11 de septiembre de 2007

DISTANCIA


No puedo evitar sentir cierta perplejidad cuando escucho a una persona que ha dejado su país de origen para instalarse en otro, y confiesa sentirse más de su país adoptivo que del suyo propio, algo así como 'ser más papista que el Papa' algunos incluso lo adornan diciendo que no volverían a su país por nada.

Yo dejé de vivir en mi país para instalarme en otro u otros hace alrededor de cinco años. Creo que ya puedo hablar con conocimiento de causa, partiendo de la base que como dice Serrat en su canción: ´cada quién es cada cual y baja las escaleras como quiere´, yo respeto pero no comparto este sentimiento.

Me gusta donde vivo actualmente, es una hermosa ciudad llena de vitalidad. Me siento bien aquí, admiro su paisaje, sus contrastes, su desorden ordenado, tengo un montón de motivos para ser feliz en este entorno. Pero mi país, mi ciudad...eso es diferente.

Allí están mis padres, mi familia, mis amigos, toda mi vida. Allí ví por vez primera los rayos de sol, el cielo azul. Allí aprendí a a caminar, a hablar, a reir, a llorar. Allí encontré al amor de mi vida, nacieron mis hijas.

Oír el nombre de mi ciudad es como oír el mío propio. Es tan mía que no se donde acaba ella y empiezo yo. A menudo me preguntan si es bonita mi ciudad. No lo se, sólo se que para mí no hay otra igual. Siempre que estoy lejos de ella intento hallar lugares o cosas que me la evoquen, tal vez para no sentir la distancia, porque Barcelona duele en la distancia. Pero no hay sensación más agradable que la que siento cuando vuelvo a ella, la vuelvo a pisar y digo para mis adentros que ya estoy otra vez en casa. Ya siento ese especial olor a mar que acompañó toda mi infancia y adolescencia, ya oigo mi lengua, la que me enseñaron a hablar mis padres, con la que siempre me han dicho que me quieren, con la que pienso , con la que sueño y con la que les hablo a mis hijas. ¿Cómo puedo llegar a pensar en sustituir mi ciudad, mi país en mi corazón y cómo voy a pensar en no volver? Sencillamente no puedo.

!CÓMO ES LA GENTE!


¿No se han parado ustedes a pensar cuántas veces utilizamos el término gente con sentido peyorativo? ¿cuántas veces hemos dicho, oído o leído la frase: la gente es insolidaria o la gente es incívica, o cualquier tipo de adjetivo de carácter despectivo? Siempre que lo oigo, o tal vez lo digo sin caer en la cuenta de ello, inmediatamente me viene en mente la pregunta: ¿quién es la gente?

Se supone que la gente somos todos y cada uno de nosotros. Si es así, en la frase antes mencionada podríamos sustituir el sustantivo gente por nuestros nombres propios. Ya que cuando la gente es conocida pierde el apelativo de gente por el de su nombre. Así podríamos decir : Juan, Luís, María, Sonia...son insolidarios. Pero no, eso sería un insulto personalizado y eso ya no está bien admitido.

Creo que empiezo a entenderlo. Si utilizamos el término gente nos está permitido 'adornarlo' con toda clase de calificativos negativos, nadie se siente incluído en él. Es esa extendida costumbre que tenemos de ocultarnos entre la multitud, de perdernos e incluso hasta de desaparecer en ella.

lunes, 10 de septiembre de 2007

DÓNDE SE FUERON?


No recuerdo en qué momento ni cuándo dejaste tus juguetes en un rincón, dejaste de hablar sola ( o con tus muñequitas) y decidiste que eso era una tontería reservada a niños pequeños.
No recuerdo en qué momento ni cúando me soltaste la mano y decidiste que a partir de entonces, ibas a caminar sola.
No recuerdo en qué momento ni cúando dejé de verme reflejada en esos ojitos que me veían como una diosa, que se iluminaban y se abrían, de par en par, cuando aparecía en tu vida.
No recuerdo en qué momento ni cuándo pasé de ser una personificación de virtudes humanas , a ser un manojo de defectos.
Pero sí recuedo el calor que desprendía tu manita, cuando por las mañanas te llevaba a la escuela , cogida de ella. A pesar de lo apresuradas que íbamos, eso no era ningún impedimento para que pudiera deleitarme con ese pequeño gesto, captarlo y guardarlo en ese lugar profundo donde guardo todas las sensaciones que me producen un inmenso y único placer.
Sí recuerdo cuando te iba a recoger a la escuela y me abrazabas muy, pero muy fuerte, como deseando que nunca nada ni nadie nos pudiera separar.
Sí recuerdo esa carita iluminada que ponías cuando te contaba algo, lo que fuera, no importaba. Para tí no había más verdad que la que yo te decía y creías firmemente en ella. Me hacías sentir la persona más importante del mundo.
...Y esa sensación que sentía cuando te contemplaba durmiendo, con esa paz que sólo un niño cuando duerme es capaz de irradiar.
...Y cuando ni la mejor medicina podía curarte tanto como mis besos y caricias lo hacían.
...Y tu sonrisa...
Qué bien que pude atrapar esas sensaciones y guardarlas. De esta manera, cuando las echo de menos, sólo tengo que ir a 'ese lugar profundo' y echar mano de ellas.

TIEMPOS DE INFANCIA


Mi primer diente cayó. Lo había estado esperando ansiosa. Había oído hablar mucho del Ratoncito Pérez y anhelaba que viniera a casa.

El diente estuvo varios días moviéndose, recuerdo estar a todas horas empujándolo con mi pequeña lengua para ver si de una vez por todas conseguía hacerle caer.

Finalmente con la ayuda de mi padre, el diente cayó y con ello llegó la gran noche. Ese personaje, que ahora cuando lo evoco me parece tan grotesco, iba a llevarse mi primer diente y a dejarme un regalo.

Como cada noche me puse mi pijama, me lavé los dientes y con cuidado extremo deposité mi dientecito debajo de mi almohada. Lo coloqué en un extremo para que cuando viniera el Ratoncito no tuviera que estar hurgando y me despertara. Creo que si lo hubiera visto no hubiera podido contener un grito de terror, siempre he tenido un miedo atroz a los ratones.

Cerré mis ojos para conseguir dormirme pronto. Esperaba que esa noche mi ratoncito no tuviera demasiado trabajo y no alcanzara a visitar mi casa.

En todos los momentos buenos siempre albergo una cierta reserva. Cuando todo es maravilloso tengo miedo de que surja lo inesperado y lo eche todo a perder. Mi esposo siempre me reprocha esta actitud, pero no puedo hacer nada por evitarlo.

-Y si subiendo la escalera se rompe una de sus frágiles patitas?

-Me porté bien durante este año?- O ésto es sólo aplicable a los Reyes Magos? -Por si acaso me detuve a pensar acerca de mi comportamiento, y entonces vinieron a mi mente todas las veces que había regañado con mis hermanas o de aquella mentirijilla que le dije a mi madre para escaparme de una regañina. Me arrepentía de todo ello, pero ya no había remedio. El tiempo tiene ese defecto, nunca lo podemos volver atrás.

Caí en el más profundo de los sueños hasta que a la mañana siguiente mi madre abrió las persianas para que mi habitación se inundara de rayos de sol.

Abrí mis ojos, pero no quise mirar debajo de mi almohada; quería disfrutar de ese único e irrepetible momento de mi vida. Para mí el 'previo' a los grandes momentos tiene un sabor especial y quería deleitarme. Cuando levante mi almohada la ilusión se desvanecerá como por arte de magia y aparecerá la alegría - Y si no? -Y si no pudo llegar a tiempo?

LA VIDA


La parte del día que más me gusta es el amanecer.Levantarme cuando todavía está oscuro pero una ténue luz empieza a despuntar.

Me gusta cuando el día inicia su camino porque se me abre un abanico de infinitas posibilidades. Es como un 'borrón y cuenta nueva'.

Está bien ayer te equivocaste-me digo para mis adentros

Pero la vida te da una nueva oportunidad-

Empieza de nuevo y esta vez con todas tus fuerzas.

Claro que a veces no siempre uno se siente así de optimista. Y se halla tan derrotado que no tiene fuerzas ni para volverlo a intentar.

Entonces la parte del día que más me gusta es el anochecer. Cuando el sol se esconde y así yo también me puedo esconder. Y refugiarme en mi casa, en mis pensamientos. El día pasó , un día que nunca debería haber existido, la oportunidad se fue y yo no quiero seguir intentándolo.

Pero tal vez mañana amanezca un nuevo día y me coja la mano y me tire de ella arrastrándome a intentarlo de nuevo.