viernes, 14 de septiembre de 2007

MATERNIDAD


Sonaría a tópico si dijera que el día que viniste al mundo fue el más feliz de mi vida. Tampoco estaría en lo cierto. Afortunadamente he tenido la oportunidad de vivir muchos días felices, algunos acuden a mi mente ahora, como cuando conocí a tu padre, cuando nació tu hermana y muchos otros. Pero sí puedo decir sin vacilar que el día que tú naciste fue el día que viví el mayor cúmulo de sentimientos , algunos de ellos contradictorios, como nunca en ningún otro día de mi vida he logrado experimentar.

Sentí miedo, un miedo atroz a entrar en esa sala de partos, de empezar a sentir las contracciones. En una palabra, miedo al dolor y a que todo saliera bien. Aunque la verdad es que nunca pensé que algo podría ir mal, simplemente era miedo a sufrir.

Sentí alegría, después de 9 meses de estar imaginándome tu cara, de soñar cómo sería el tacto de tu piel, estaba a unas horas de verte por primera vez y de tocarte.

Sentí envidia, una envidia sana , pero envidia al fin y al cabo de todas esas madres que cuando yo entré en el hospital con la bolsita de tu ropita y una barriga descomunal, ellas estaban con sus bebés en sus habitaciones. Hubiera dado lo que fuera por saltarme el preámbulo de tenerte en mis brazos.

Sentí ilusión, esa ilusión que hay quien describe como mariposas en el estómago, pero que yo más identifico como la sensación que se tiene en una montaña rusa.

Sentía tristeza, porque después de 9 meses teniéndote dentro de mí, sintiendo como te movías, iban a separarnos. Aunque estaba deseando conocerte, me apenaba no volver a sentirte en mi interior.

Sentí amor, un amor inmenso por tu padre que me acompañaba y estaba a mi lado, aunque poco podía hacer más que eso, pero eso fue muy importante para mí.

El cúmulo de todos estos sentimientos estalló cuando por fin te conocí, eras mucho más bonita de lo que había imaginado, llegaste al mundo estallando en llanto, recuerdo tu cara roja de ira. Tal vez tú tampoco querías separarte de mí y te habían obligado a hacerlo. Te besé, tuve el privilegio de ser la primera persona que te besó en tu vida, luego lo hizo tu padre. Y sentí que sin conocerte te quería más que a mi propia vida, y que toda mi existencia iba a estar dedicada a que fueras feliz, tan feliz como yo lo era en ese preciso momento.

1 comentario:

Niurka Dreke dijo...

Bueno, ya te dije lo que me provoco este escrito, es muy intimo y se siente la intensidad de todo aquello, la pena por perder ese vinculo solo tuyo, la ira de ella, todo. Debes sentirte feliz de haber tenido a esas bellezas que llegaron a tu vida y lo haz hecho muy bien, tu papel digo, solo hay que verlas, aunque ahora esten en la adolescencia esas etapa tan dificil pero "no os preocupeis", todo pasa./ Besos>